Palabras de
presentación del poeta Omar Ortiz Forero para el libro Flores para un ocaso, editado por la Liga Latinoamericana de
Artistas (Bogotá, 2013).
La
tristeza de Dios
Omar Ortiz*
Una de las preguntas
que plantea este poemario de Omar Garzón tiene que ver con si es cierto o no
que Dios pueda derramar lágrimas como cualquier mortal. Si la divinidad llora,
¿lo hace por nosotros?, ¿por ella misma?, o simplemente como decía la abuela del
poeta es un llanto que pretende consolar nuestras humanas congojas, nuestro
vacío frente a la inexorable muerte. Son interrogantes que tan solo se pueden
responder desde la poesía, porque contraría a la fría, veraz, objetiva
estadística que nos cuantifica la barbarie, que nos numera de cuantas maneras
podemos darle salida a la bestia que nos habita. La poesía, nos documenta la
forma como entramos en la muerte, nos ilustra el mapa de nuestras calles sembrado de manos y de tripas. Basta leer
Testimonio no documentado sobre Chengue.
Por eso es importante
la voz de los poetas, porque son ellos los testigos lúcidos de la sombras, de
esa
sombra esquiva ya que ni siquiera tu sombra te acompaña porque la dejaste
atada a otra sombra que pasó desprevenida por el parque. Pero también son los
privilegiados de la luz, de un efímero destello que se imprime en las huellas
de un vaso vacío. Ese objeto que acompañó a Darío Betancourt Echeverry, natural
de Restrepo, Valle, antes de ser desaparecido por los asesinos. Sí, la ausencia
también puede acompañar desde un cortejo de luciérnagas.
Flores para un ocaso. Foto: Paola Pinto |
Tal vez los poemas de
Garzón no sean los de un poeta que pretenda contar con un público que busque en
la poesía la tan maltrecha belleza o la perfección formal de los versos. Porque
sus poemas están hechos desde una contenida furia que no puede hacer
concesiones de porcelana frente a una realidad que violenta día tras día
nuestra percepción hasta llevarnos a pensar que volar por un segundo o colgarte
de las nubes por un instante son las únicas formas de abrirte paso entre la
niebla. Pero sin duda es una voz con un contenido altamente poético que se
aferra a la poesía para sobrevivir, como leemos en Lo que me salva es la noche
lenta donde nace el verso, Aquí estoy de nuevo, aferrado a este árbol que nace
entre raíces de cal; a este que detenta en cada hoja la pupila de mis ojos; a
este que da nacimiento a mi canto entre vientos de la noche. Aquí estoy, con el
rostro en las rodillas, pensando en otra ruta, buscando otra salida. (…)
Alguien que da vida a un árbol, que acaricia cada uno de sus frutos y encuentra
refugio al abrigo de su sombra, no puede colgarse de sus ramas.
Tenemos a mano un libro
de poemas, no de versos, menos de canciones, un libro, que como el fuego puede
alimentarnos o consumirnos. Los que se atrevan por sus páginas no serán nunca
favorecidos de los dioses.
*Omar Ortiz Forero
(Bogotá, Colombia, 1950) es editor, gestor cultural, poeta y profesor universitario. Abogado de
la Universidad Santo Tomás.
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