Poemas con naturaleza muerta


Cuando vislumbramos la muerte
ya somos la palabra muerte”

                     Hernán Vargascarreño






 UNA NIÑA DE RAMALLAH


Estuvo con nosotros hasta que cayó el velo de la noche, hasta que sus pasos cesaron como lluvia inofensiva.
Poco supimos de ella: Que se detenía en las tardes a ver pasar el Sol y que corría tras las mariposas, casi volaba con ellas.
Algunos oyeron su grito, pero estaban muy ocupados levantando cercos, según ellos, para que no entraran los cerdos a sus casas.
Florecieron los jardines, los pájaros surcaron el cielo, las hojas cayeron secas sobre el prado. Aún nadie nos escucha y tal vez nadie lo haga en lo que resta de cosechas, pero queda la lluvia que seguirá humedeciendo esa huella en el camino; quedan las mariposas que recorrerán la misma ruta de la tarde y quedan los malditos cercos que nuca serán mayores que estos montes que darán testimonio de nosotros y los peñascos que gritarán siempre los nombres de los nuestros, los de aquellos que ahora son árbol de memoria.








ZAGA


“Y vio Dios que todo lo que había hecho y he aquí
Era bueno en gran manera”

Libro del Génesis


1
Ayer vimos caer fuego del cielo y
un lobo blanco del norte arreció con todo.

2
Las calles parecen un cementerio de luciérnagas.
Debajo de cada roca se esconde el llanto de algún niño.

3
Un río de lamentos baña las sombras de los hombres.
¡Esta es la última fiesta de los cohetes!

4
Esta es la última danza de una mujer que sangra
al ritmo de las palmadas de un soldado al otro lado del muro.

5
Los niños, los niños son una bocanada de humo
que se extiende entre las huellas
de una embestida de lobos, chacales, hienas y gacelas.

6
Un grito desde alguna cama en el centro de la ciudad
colma el valle hasta hacerle frente al mar.

7
Nos cayeron las estrellas viajeras
y los que no quedamos calcinados
aún no hemos escuchado a Dios.
No sabemos qué opina al respecto.







SOLILOQUIO EN PALESTINA

Lo único que a veces salva al hombre del olvido es el llanto que lo colma. Lo único que a veces nos salva a los habitantes de este espejismos del desierto es una bala que de nuevo se nos siembra entre los ojos.
A veces creo que en este corto suspiro que es la vida, el acto principal de algunos de nosotros (tal vez los menos protagónicos, los menos primordiales, los menos hombres) es habitar en el silencio, hacernos uno con la sombra, estar donde nadie está, ver donde nadie ve, gritar donde nadie escucha, no estar.
Esa es nuestra encomienda: susurrar el nombre de nuestros muertos mientras caminamos sin que eso signifique que nuestro próximo puerto será otro Sol, sin que eso signifique que nuestro próximo puerto será otro paso.









*Las imágenes adjuntas en este capítulo no hacen parte del libro, fueron tomadas de Internet.

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